Julio Vasquez.

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miércoles, 27 de octubre de 2010

LA ESTAMPA PERFECTA DEL PARAÍSO PLAYERO Y SUS HABITANTES ESPERAN QUE EL PRESIDENTE LOS VISITE


Yaniris López

Mano Juan, Isla Saona
La postal de la isla Saona que da la vuelta al mundo y que motiva las excursiones al área protegida más visitada del país es atractiva y colorida. Es la estampa perfecta del paraíso playero y pertenece a Mano Juan, el pueblito pesquero fundado en los primeros años de la década del 40 del siglo pasado al sureste de la más grande de las islas adyacentes dominicanas. Pero algo ha cambiado en los últimos años que no se registra en las postales. Las casetas están cerradas.


Algo ocurre en Mano Juan que ha impulsado a sus pocos habitantes a solicitar una visita especial: la del presidente de la República, que nunca los ha visitado. ¿Se animaría a hacerlo?


UN PUEBLITO DE PESCADORES
FUNDACIÓN. Doce familias fundaron Mano Juan en 1944, durante la tiranía de Rafael Leonidas Trujillo, que los llevó allí para que sirvieran de centinelas de sus recursos.

LA ISLA. Mide 110 kilómetros cuadrados (22 de largo y entre 5 y 6 de ancho). Cuenta con unas 12 playas, tres lagunas y tres cuevas llamadas Cotubanamá, Hoyo de la Lechuza y Hoyo de Conjuro.

ÁREA PROTEGIDA. Mediante decreto 1311 del 16 de septiembre de 1975, la isla fue declarada zona protegida.
Los típicos comercios fueron iniciados hace unos 26 años.


En Mano Juan la vida sigue igual
Mano Juan tendría mucho más que ofrecer como destino si a los turistas que visitan el Parque Nacional del Este les permitieran descubrirlo, explorarlo y consumirlo como cualquier destino turístico: conocer su gente, disfrutar su gastronomía, recorrer sus senderos, explorar sus cuevas y comprar en sus chinchorros, como les dicen aquí a los colmaditos.

La historia es, lamentablemente, conocida. De las 15 y 20 guaguas que sólo los fines de semana llegan hasta Bayahíbe cargadas de extranjeros que visitan la isla Saona, los moradores de Mano Juan dicen que apenas reciben dos lanchas por semana, a veces una. Los turistas, con un plan todo incluido, se quedan en playas cercanas, donde comen y pernoctan hasta las 4:00 o las 5:00 de la tarde, ya que, por tratarse de un área protegida, no se les permite quedarse más tiempo. Según Medio Ambiente, el Parque Nacional del Este recibe alrededor de 250,000 visitas al año y la mayoría arriba a la isla Saona.

“Antes nos traían tres lanchas por día y ahora nada más vienen una o dos a la semana”, se queja Mary Javier, moradora y comerciante de Mano Juan. “Los turistas se enamoran de los cuadros pero no pueden comprarlos, nos dicen que andan sin dinero porque en los hoteles les dijeron que sólo iban a ver playas”.

Mary nació, creció y vive en Mano Juan. Su papá, Plutarco Javier, fue uno de los colonos que fundaron el pueblo a principios de los años 40 del siglo pasado, 12 familias traídas por el dictador Leónidas Trujillo para que sirvieran de centinelas. De los primeros que llegaron sólo queda vivo Juaniquito, de 76 años.

“Mi papá me decía que los hombros se le pelaron cargando abetos, que la isla estaba perdida. Luego vivía del carbón, del conuco y de la pesca”, cuenta Mary.

Todo cambió a partir de 1975, cuando la isla fue declarada zona protegida y a los moradores de Mano Juan se les prometió que en lo adelante vivirían del turismo. Mary cocinó para los primeros turistas que llegaban a la Saona, italianos, recuerda, y fue la primera que comenzó a vender cuadros y bisuterías hace unos 26 años.

“Ahora no se está vendiendo nada. He botado hasta 30 cuadros porque el salitre los daña, los turistas no llegan pero somos valientes, cogemos unas canastitas y nos vamos a vender de playa en playa”, indica Javier, que hace conconetes en el patio de su casa para compensar las malas ventas.

Promesas
Los habitantes de Mano Juan, que llegaron a 700 y actualmente rondan los 250, ya no confían en las promesas de las autoridades, que les han ofrecido una plaza artesanal, un nuevo muelle, un acueducto, la reconstrucción de las viviendas y mejoras en las condiciones de vida (apenas reciben tres horas de energía eléctrica al día, los mosquitos los agobian, no hay opciones culturales o de diversión y el transporte es muy caro). Las viviendas las están mejorando, pero sólo las fachadas, los portales.

Las ayudas que reciben de Turismo y Medio Ambiente no han sido suficientes y por eso Margarita Brito, que llegó a Saona hace 40 años, “por amor”, es más directa: “Queremos la presencia del Presidente en la isla. Lo necesitamos, nunca ha venido, para que nos diga qué es lo que está pasando”. Quizá el Presidente, afirman, al ver sus necesidades se motiva a darle continuidad a los programas iniciados por estos ministerios y a crear otros nuevos relacionados con la salud, la educación y la construcción.


UNA PLAZA MÁS CERCA DE BAYAHÍBE
Los pobladores de Mano Juan dicen que no quisieran vivir en otro lugar que no sea su pueblito, donde no hay delincuencia y la tranquilidad los envuelve, pero que la situación está obligando a muchas familias a dejar la isla. Si los operadores turísticos no llevan turistas a Mano Juan porque hay otras playas más cercanas a Bayahíbe, la ciudad que sirve de punto de embarque, los comerciantes del poblado sugieren a las autoridades la construcción de una plaza artesanal en alguna de las playas más visitadas (Catuano, playa Bonita o Canto de la Playa). De esta forma podrían vender allí sus productos y regresar a casa con algo de dinero.