Julio Vasquez.

Radio Renacer

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domingo, 10 de octubre de 2010

Adolescencia y violencia

Maruchi R. De Elmúdesi
melmudesi@hotmail.com
Movimiento Familiar Cristiano Instituto de la Familia

“La adolescencia es uno de los momentos más importantes de la existencia porque es de los más decisivos, en los que cada uno se ubica ante la vida, en la encrucijada de los caminos que conducen a dos posibles salidas: la felicidad o la desdicha. En el futuro, los adolescentes recogerán lo que siembran actualmente, porque ni la felicidad ni la desgracia son simples accidentes de camino.

Surgen al final de un viaje que se realiza por las rutas elegidas dirigiendo la libertad en uno y otro sentido. La adolescencia es el momento del nacimiento y desarrollo de la libertad.

Durante la vida aprendemos rápidamente que hay elecciones que son irrevocables, caminos que no permiten el regreso, opciones a las que no podemos resistirnos.

En estas decisiones ponemos en juego toda nuestra existencia.

Y sucede que cada persona solamente dispone de una sola existencia. Perder esta vida es perderlo todo. De ahí que sea necesario escoger con el mayor cuidado la orientación a seguir cuando se comienza a salir de la fácil infancia para ingresar por los caminos de la difícil madurez.

El adulto del mañana será aquel que preparó el adolescente de hoy. De tal manera que de la utilización de la libertad presente nacerá un proyecto de vida que los conducirá a la felicidad o a la desdicha.

“El adolescente que no comprenda esto no comprende nada de sí”. (Tomado de Charbonneau) En estos momentos en que se está hablando de reformar el Código del Menor, pensamos que muchas veces elegimos el camino más fácil para resolver los grandes problemas. Los niños, niñas y adolescentes no nacen solos. Son productos, queramos o no, de familias que deberían ser funcionales y sanas. Pero, ¿son la mayoría de nuestras familias funcionales y sanas? ¿Hay políticas claras para que nuestras familias convivan de una manera adecuada, donde sea posible todo lo necesario para poder cumplir con su responsabilidad de familias? “La Carta de los Derechos de la Familia” responde a un voto formulado por el Sínodo de los obispos reunidos en Roma en 1980, para estudiar el tema “El papel de la familia cristiana en el mundo contemporáneo”.

Juan Pablo II en la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, en el No. 46, aprobó el voto del Sínodo e instó a la Santa Sede para que preparara una Carta de los Derechos de la Familia destinada a ser presentada a los organismos y autoridades interesadas.

¿Conocen nuestros organismos esta Carta? No es una exposición dogmática o moral sobre el matrimonio y la familia, ni un código de conducta, ni una declaración de principios teóricos sobre la familia. Tiene más bien la finalidad de presentar a todos nuestros contemporáneos, cristianos o no, una formulación de los derechos fundamentales inherentes a esta sociedad natural y universal que es la familia.

Estos derechos están impresos en la conciencia del ser humano y en los valores comunes de toda la humanidad. Estos derechos derivan en definitiva de la ley inscrita por el Creador en el corazón de todo ser humano. La sociedad está llamada a defender esos derechos contra toda violación, a respetarlos y a promoverlos en la integridad de su contenido.

En el artículo 9 de esta Carta se dice: “Las familias tienen el derecho de poder contar con una adecuada política familiar por parte de las autoridades públicas en el terreno jurídico, económico, social y fiscal, sin discriminación alguna.

a) Las familias tienen el derecho a unas condiciones económicas que les aseguren un nivel de vida apropiado a su dignidad y a su pleno desarrollo… b) Las familias tienen derecho a medidas de seguridad social que tengan presentes sus necesidades, especialmente en caso de muerte prematura de uno o ambos padres, de abandono de uno de los cónyuges, de accidente, enfermedad o invalidez, en caso de desempleo, o en cualquier caso en que la familia tenga que soportar cargas extraordinarias a favor de sus miembros por razones de ancianidad, impedimentos físicos o psíquicos, o por la educación de sus hijos.

¿Qué sucede entonces con los hijos de padres ausentes, sin medios de subsistencia?